La presión arterial alta (hipertensión) es el signo más común y, al mismo tiempo, más subestimado de enfermedades sistémicas cardíacas y renales, y afecta a alrededor de 1.500 millones de personas en todo el mundo. En Alemania se ven afectadas entre 20 y 30 millones de personas. La hipertensión surge de la inflamación – inflamación – como una reacción física al estrés individual y/o influencias ambientales, como partículas, productos químicos y cadenas alimentarias contaminadas. La hipertensión es cuando persisten signos de alteración más masiva del endotelio en los vasos sanguíneos y fibrosis. Según los conocimientos médicos actuales, ambos fenómenos ocurren en paralelo, también en el corazón y los riñones. La causalidad no se puede determinar dentro de este complejo sistema molecular.
En las primeras fases de las enfermedades, aún no son posibles tratamientos médicos eficaces para evitar consecuencias importantes como ataques cardíacos, diálisis y muerte prematura, ni las enfermedades han sido definidas y reconocidas tempranamente.Casi todos los diabéticos también padecen hipertensión.
La presión arterial alta es la respuesta del cuerpo a la inflamación crónica y la fibrosis. El sistema inmunológico se activa “excesivamente”. Con un daño cada vez mayor a las células de la pared interna, el endotelio, la pared interna de las arterias, por ejemplo, se espesa, lo que a su vez aumenta la presión del flujo. Al mismo tiempo, fuera de los vasos sanguíneos se multiplican los colágenos que tienen una función de estabilidad y aumentan la presión externa sobre los vasos sanguíneos.
Los riñones son fundamentales para regular la presión arterial; filtran la sangre. Si la inflamación crónica y/o la fibrosis no se tratan con éxito, el daño endotelial se extiende por todos los vasos sanguíneos. Además, la fibrosis se propaga; el tejido normal es reemplazado por tejido cicatricial. La función del riñón disminuye continuamente hasta que este proceso ya no se puede detener. El dilema diagnóstico y terapéutico actual.
El aumento de la presión arterial daña el corazón sobrecargado, por lo que los músculos del corazón se engrosan. Los vasos sanguíneos dentro y alrededor del corazón se contraen, lo que provoca una ralentización del flujo sanguíneo, un suministro reducido (de oxígeno, fuentes de energía, etc.) y un mayor estrés en el corazón. Nuevamente, es el daño al endotelio y la fibrosis lo que daña continuamente el órgano. Sin un análisis sistémico y temprano de este sistema controlado por proteínas celulares que controla la presión arterial alta y el sistema cardiovascular-renal, no se puede lograr un tratamiento eficiente y exitoso.